
Gelsey Kirkland nació en 1952, entró al New York City Ballet (NYCB) en 1968, fue nombrada solista en 1969 y bailarina principal en 1972. Se va al American Ballet Theatre (ABT) en 1974 y lo deja en 1984. Se hace famosa con el público en general sobre todo por su participación en la versión para televisión de Cascanueces con Mikhail Baryshnikov (1977).
En 1986 publica junto con su esposo, Greg Lawrence, su autobiografía Bailando sobre mi tumba. Un libro muy difícil de leer. Lo dejé varias veces y al retomarlo, tras avanzar unas líneas decía “ya recordé por qué lo había dejado”.
Narra su vida y problemas durante sus años como bailarina en las dos compañías. A lo largo de toda la historia responsabiliza a los demás de lo que le pasaba. Inicialmente a sus padres y hermana, posteriormente a maestros y finalmente a parejas sentimentales.
A Balanchine, su director y mentor en el NYCB, lo responsabiliza de sus lesiones, de iniciarla en las drogas por darle medicamentos para aguantar el dolor (aparentemente anfetaminas) y ser el causante de sus desordenes alimenticios al introducir la estética de bailarinas delgadas. En un pasaje dice que Balanchine cayó de su gracia cuando lo vio salir del baño de hombres “¿cómo podía tener necesidades tan mundanas? Además se rumoraba que era impotente” El comentario me hace pensar que tenía sentimientos especiales hacia él a pesar de la diferencia de 48 años.
En un principio presume que Baryshnikov la eligió para bailar estando ya en América, casi casi que por ella desertó de la Unión Soviética. Posteriormente dedica más de la mitad del libro a hablar mal de él. Una vez más parece que a quien endiosa cae del pedestal.
Habla de otras parejas: bailarines y distribuidores de droga con los que consume cocaína, teniendo múltiples salidas y reingresos al ABT por su falta de compromiso a las funciones y los problemas personales con Baryshnikov.
Constantemente se presenta como la víctima que quería trascender como artista, los demás la frenaban y tenía que entrenarse a escondidas con maestros que la entendían. Con algunos de ellos también termina con problemas.
Muy de pasada menciona con dejos de rencor que trató de seducir a Fernando Bujones y él no se interesó. No lo vuelve a mencionar en el libro y creo que fue lo mejor para él.
Lo rescatable para mí son los comentarios que hace sobre la interpretación o no en la danza.
Básicamente existen dos posturas: Tradicionalmente los ballets son narrativos. Se cuenta una historia y para lograrlo se recurre a la pantomima. La otra postura es que la pantomima contamina la danza y se debe bailar en su estado más puro, sin historias y sin recursos de adorno.
Balanchine fue pasando poco a poco de lo interpretativo a la postura de la danza pura (se puede visitar el post Stravinsky & Balanchine para leer comentarios sobre algunas de sus obras) Kirkland menciona que ella quería interpretar, darle un toque personal a los personajes que bailaba y Balanchine no lo permitía lo que producía bailarines que repetían mecánicamente los pasos y eran totalmente intercambiables o reemplazables pues no había diferencia entre uno y otro. La búsqueda de significado de la danza para Kirkland la llevó a trabajar con otros maestros que le permitían experimentar.
El libro está dedicado “a la memoria de Joseph Duell (1956-1986) Que el grito de ayuda aún pueda escucharse”. Si fue publicado con la intención de reportar la parte mala del ambiente dancístico creo que el mensaje se diluye con el siempre presente papel de víctima y medio libro atacando a una sola persona.
Joseph Duell era bailarín principal del NYCB. Padecía depresión. Se suicidó.
Existen varias ediciones. Para la presente reseña se leyó la versión en español publicada por el CENIDI-Danza José Limón. Título original: Dancing on my grave. 1986.
Bailando sobre mi tumba
Gelsey Kirkland y Greg Lawrence
Traducción María Dolores Ponce G.
CENIDI-Danza José Limón, INBA
México 2013
353 páginas
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